Colonialismo Verde: Cannabis, Poder y Resistencias del Sur

Introducción: ¿Qué es el colonialismo verde?

En un mundo cada vez más interesado en lo “natural”, lo “orgánico” y lo “sustentable”, el colonialismo verde es una trampa silenciosa. Es la apropiación de recursos naturales —incluida la cannabis— bajo discursos progresistas que, en el fondo, siguen reproduciendo desigualdades.

La cannabis, una planta históricamente utilizada por pueblos del Sur Global, está siendo revalorizada por el Norte Global como medicina, negocio y alternativa ecológica. Pero, ¿quién se beneficia realmente de esta “revolución verde”? ¿Y qué lugar ocupan las comunidades que la cultivaron durante siglos?

Cannabis y colonialismo: una historia repetida

Durante la colonización, las potencias europeas impusieron sus modelos de producción, saber y consumo. Plantas como el cacao, el tabaco, la coca y la cannabis fueron extraídas de sus contextos culturales y convertidas en mercancía.

La cannabis pasó de ser sagrada a ser criminalizada. Su uso tradicional fue suprimido, y sus cultivadores perseguidos. Hoy, en pleno siglo XXI, asistimos a una nueva forma de esa misma historia: la industria legal del cannabis crece, pero sin incluir a quienes fueron históricamente marginados.

¿Qué significa un “colonialismo verde”?

El término colonialismo verde se refiere al proceso en el que, bajo discursos ecológicos o sustentables, los países del Norte Global acceden a los recursos del Sur Global sin cambiar las estructuras de poder.

En el caso del cannabis, esto se traduce en:

  • Patentes sobre semillas ancestrales
  • Regulaciones que excluyen a campesinos e indígenas
  • Expansión de monocultivos con impacto ambiental
  • Marketing de productos “naturales” que borran sus raíces culturales

Es el mismo colonialismo de siempre, disfrazado con nuevos colores.

Resistencias canábicas desde el Sur

Pero el Sur Global no se queda callado. Existen múltiples formas de resistencia canábica que recuperan el valor ancestral, espiritual y medicinal de la planta:

  • Cooperativas comunitarias que cultivan cannabis en forma regenerativa
  • Redes feministas que combinan cannabis, salud menstrual y saberes populares
  • Líderes indígenas que defienden la soberanía sobre sus territorios y semillas
  • Proyectos afrodescendientes que vinculan cannabis con memoria, trauma y reparación histórica

Estas resistencias muestran que no se trata solo de legalizar la planta, sino de transformar toda la lógica que la rodea.

Poder, conocimiento y exclusión

Una pregunta clave es: ¿quién tiene el derecho de decidir qué es la cannabis y cómo debe usarse?
En muchos países, la legalización vino acompañada de una tecnocratización del saber: solo médicos, científicos y empresarios pueden “hablar en serio” sobre cannabis.

Mientras tanto, curanderas, abuelas, cultivadores tradicionales y usuarios rituales siguen siendo invisibilizados. Descolonizar la cannabis significa romper con esa jerarquía del saber.

Por una legalización con justicia social

La legalización no puede ser solo un marco jurídico. Tiene que ser una herramienta de reparación histórica. Eso incluye:

  • Amnistía para personas presas por delitos menores de cannabis
  • Acceso equitativo a licencias de cultivo y distribución
  • Protección de saberes ancestrales contra la biopiratería
  • Educación canábica intercultural, popular y no hegemónica

Legalizar sin justicia es perpetuar el daño colonial. El desafío es construir otro modelo, desde abajo, con el Sur como protagonista.

Conclusión: una planta, muchas batallas

La cannabis, más que una sustancia, es un territorio simbólico. En ella se cruzan la salud, la espiritualidad, la economía, el racismo, la ecología y la historia. El colonialismo verde intenta apropiarse de este territorio, pero desde el Sur Global surgen voces que lo resisten, lo reimaginan y lo defienden.

Porque no se trata solo de cultivar una planta, sino de cultivar soberanía, memoria y dignidad.

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